Con los dedos de una mano.

Con los dedos de una mano.

Los dedos de una mano son suficientes para calcular el total de amigos verdaderos que solemos tener. O eso dicen. No sé si serán sólo esos cinco, o si quizá habrá quien pueda añadir los dedos de la otra. Yo quiero pensar que sí… O también dependerá, supongo, de si tenemos esos diez dedos intactos, o incluso si conservamos las dos manos. El caso es que el ser humano se preocupa por ello desde el principio de los Tiempos y no son pocas las máximas que se han hecho en referencia a la amistad desde bocas y plumas muy egregias.

Tenemos, por ejemplo, a Pitágoras de Samos (¿582-497 a.C.?), el famoso filósofo y matemático griego, quien decía que «La amistad es una igualdad armoniosa», cita muy acorde a su filosofía y a su incansable tarea de demostrar (lo cual consiguió) que los intervalos musicales son producto de determinadas relaciones numéricas. Otro archiconocido filósofo griego, Aristóteles (384-322 a.C.), también llegó a decir que «La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas», sentimiento que todos podemos comprobar si realmente contamos con una de esas amistades verdaderas. Demetrio de Falero (350-280 a.C.), orador, filósofo y gobernante ateniense, aseguraba que «Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano». Y, si bien Cicerón (106-43 a.C.) se preguntaba acerca de «¿Qué cosa más grande que tener a alguien con quien te atrevas a hablar, como contigo mismo?», siempre habremos de  tener en cuenta que no hemos de considerarlos como proyecciones nuestras, como diría Plutarco (50-125): «No necesito amigos que cambien cuando yo cambio y asientan cuando yo asiento. Mi sombra lo hace mucho mejor».

Si verdaderamente queréis contar a vuestros amigos, «caed en el infortunio», decía Napoleón Bonaparte (1769-1821), pues «Un amigo es alguien que lo sabe todo de ti y, a pesar de ello, te quiere», según el ensayista estadounidense Elbert Hubbard (1856-1915); frase que podría completar perfectamente la de su compatriota Ralph W. Emerson (1803-1882), poeta y pensador, cuando aseguraba que «Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta», porque «Los amigos son aquellos extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír la contestación», en palabras del periodista Ed Cunningham.

En definitiva, «Los amigos son esa parte de la raza humana con la que uno puede ser humano», como diría el filósofo español Jorge Santayana (1863-1952), pero mejor «Apártate progresivamente, sin rupturas violentas, del amigo para quien representas un medio en vez de ser un fin» (Ramón y Cajal, 1852-1934).

Teniendo todo ello en cuenta, deberían venirte a la cabeza necesariamente dos interesantes preguntas. La primera, inevitablemente, sería: ¿Tengo amigos de esos?

E independientemente de la respuesta, habría de llegar la segunda pregunta, que en realidad es la más importante: ¿Soy un amigo de esos…?

Piénsalo bien… porque para responder a la primera pregunta, quizá te sobren dedos; o tal vez tú mismo faltes en los dedos de alguna mano ajena.

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